Simple Flash Slideshow by cu3ox.com v1.7
Inicio    

 

PREPARÉMONOS AL RETORNO
DEL SEÑOR
MISERICORDIA ANTES QUE JUSTICIA

misericordia justicia

La Santa María Faustina recordaba en su diario con extrema humildad, las palabras con las que Jesús indicaba la misión que le había asignado en el mundo:

Hoy oí estas palabras:

"En el Antiguo Testamento enviaba a mi pueblo a los profetas con rayos y relámpagos; hoy te envío a ti a toda la humanidad con mi Misericordia. No quiero castigar a la humanidad que sufre sino que deseo sanarla y estrecharla a mi Corazón misericordioso. No empleo castigos, salvo si los hombres me obligan a ello; mi mano empuña de mala gana la espada de la justicia. Antes del juicio final envío mi Misericordia" (D. 1588).

Anteriormente, el Señor había insistido con su confidente:

"Habla al mundo de mi Misericordia. Que toda la humanidad reconozca mi Misericordia que es infinita; es la señal de los últimos tiempos; después vendrá el día del juicio. Hasta que haya tiempo, que todos recurran a la fuente de mi Misericordia, abran el corazón a la Sangre y al Agua que para todos han sido derramadas" (D. 848).

Y la Santa María Faustina, mirando este momento del futuro, exclama:

¡Oh almas humanas! ¿Dónde se refugiarán en el día de la ira del Señor? ¡Vengan ahora a la fuente de la Divina Misericordia! Cuán grande es el número de las almas que veo en adoración ante la Misericordia de Dios; cantarán eternamente el himno de su gloria! (D. 848).

A la humanidad sumergida en el pecado, el Señor ofrece un supremo estímulo para que en el culto de la Divina Misericordia se inserte la confiada espera del retorno del Señor:

"Secretaria mía, escribe que Soy más generoso con los pecadores que con los justos. Por los pecadores he venido a la tierra; por ellos he derramado mi Sangre. Que no tengan miedo de acercárseme, nadie tiene como ellos tanta necesidad de mi Misericordia... No puedo castigar aun al peor de entre todos los pecadores, si recurre a mi compasión, sino que lo perdono en mi Misericordia que para ustedes es incomprensible e impenetrable" (D. 1275).

Escribe: "Antes que venga como Justo JUEZ, abro de par en par las puertas de mi Misericordia quien no quiera pasar por la puerta de la misericordia, pasará por la de mi justicia" (D. 1146),

Sin dejar de mirar a la tierra, la Santa María Faustina se preparaba para la venida de Jesús. En la espera oraba así:

Oh Dios de gran misericordia, infinita bondad, hoy la humanidad clama desde el abismo de su miseria invocando tu compasión, oh Dios, con la voz potente del abismo de miseria en que se encuentra. Dios bueno, no rechaces las oraciones de los exiliados de esta tierra. Oh Señor de inconcebible bondad, conoces a fondo cuan miserables somos, sabes que con nuestras fuerzas no podemos elevarnos hasta TI. Te suplicamos, ven a nuestro encuentro con tu gracia y multiplica sobre nosotros tu Misericordia para que cumplamos fielmente tu santa voluntad en el curso de toda nuestra vida y en la hora de nuestra muerte. La omnipotencia de tu Misericordia nos defienda contra los dardos de los enemigos de nuestra salvación, de manera que, como hijos tuyos, esperemos confiados tu última venida en el día que sólo Tú conoces, con la esperanza de obtener, miserables como somos, todo aquello que nos fue prometido por Jesús. El es nuestra esperanza y a través de su Corazón misericordioso, como a través de una puerta abierta, estamos seguros de entrar en el paraíso (D. 1570).

EL SACRAMENTO DEL PERDÓN

EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN ES
FUENTE DE LA DIVINA MISERICORDIA

El don de los sacramentos nos revela de modo muy particular la Misericordia de Dios hacía nosotros. Ellos actualizan la Redención. Por eso los padres de la iglesia vieron en la Sangre y el Agua brotada del costado traspasado de Jesús, la imagen más bella de todos los sacramentos, que tiene el doble poder de purificar y santificar nuestras almas.

El Sacramento de la Reconciliación, más que cualquier otro, pone en evidencia el primer aspecto de Misericordia de Dios, que consiste en purificar y perdonar. Un culto interiormente más vivo hacia Dios en su infinita Misericordia, facilita a la Iglesia su propia misión en la administración de este sacramento y pone al penitente en la necesaria disposición. Si todos los fieles sintieran más vivamente la devoción a la Misericordia de Dios, habría en ellos menos repugnancia por la Confesión y un estilo más divino guiaría a los mismos confesores en el contacto con las almas en este "tribunal de la Misericordia".

La Confesión, desde el punto de vista de la Misericordia de Dios que la ha instituido, es un medio para llegar a la humildad de corazón y una invitación a aceptar con confianza nuestra propia redención.

Jesús insiste ante la Santa María Faustina y sus palabras debieran ser objeto de nuestra reflexión. Con el rechazo de la Confesión muchos hoy se juegan su propia eternidad.

Se lee en el diario de la Santa María Faustina:

Escribe: "Soy tres veces Santo y tengo horror del más pequeño pecado. No puedo amar a un alma manchada de pecado; pero cuando se arrepiente, mi generosidad no tiene límites para ella. Mi Misericordia la abraza y la perdona. Persigo con mi Misericordia a los pecadores por todos sus caminos y mi Corazón goza cuando ellos vuelven a Mí. Olvido las amarguras con las cuales han saciado mi Corazón y me alegro de su retorno. Di a los pecadores que ninguno escapará a mis manos. Si huyen ante mi Corazón misericordioso, caerán en las manos de mi justicia. Di a los pecadores que los espero siempre, estoy a la escucha del latir de su corazón para saber cuándo latirá para Mí. Escribe que les hablo con los remordimientos de conciencia, con los fracasos y los sufrimientos; con las tormentas y los rayos; hablo en la voz de la Iglesia y si hacen vanas todas mis gracias, comienzo a enfadarme". (D, 90)

"Haz saber a las almas que busquen el consuelo de mi Misericordia en el Sacramento del Perdón, donde sigo obrando mis más grandes prodigios. Para obtenerlos no es necesario emprender largas peregrinaciones ni cumplir externamente grandes ritos, sino que basta ponerse con una fe valiente a los pies de un hombre confesarle la propia miseria. Es aquí donde el más grande milagro de la Misericordia se realiza en toda su plenitud. Aun cuando un alma fuese semejante a un cadáver en putrefacción, incapaz de toda resurrección, y en ella todo pareciera humanamente perdido, para Dios no es así: el milagro de la Divina Misericordia hará resucitar esa alma a una nueva vida. Infelices aquéllos que no buscaron en este sacramento los prodigios de mi Misericordia; los invocarán después, pero inútilmente, porque entonces será demasiado tarde!" (D.1448)

"Hija mía, cuando te acercas a esa fuente de Misericordia que es el Sacramento del Perdón, el Agua y la Sangre se derraman sobre tu alma para ennoblecerla. Cada vez que te acerques al Sacramento de la Reconciliación, sumérgete en mi Misericordia con una confianza ilimitada, porque solamente así puedo derramar en ti toda mi gracia. Debes saber que Yo mismo te espero en el confesionario y aunque manteniéndome invisible detrás del sacerdote, soy Yo quien obra en ti.. Hija mía, del mismo modo como tú te arrodillas en mi presencia para prepararte a tu confesión, así también siempre es ante Mí ante quien te confiesas, porque el sacerdote me sirve tan sólo de pantalla; no examines cómo es él, sino ábrete a él como lo harías ante Mi; entonces tu alma será colmada de mi Luz... Reza para que las almas no tengan temor a acercarse a este tribunal que es el de mi Misericordia" (D. 975).

"Repite a las almas que ésta se alcanza con el recipiente de la confianza más total, y si esta confianza es grande, también mi generosidad no tendrá límites. El flujo de mi gracia inunda a las almas humildes; sólo los soberbios permanecen miserables, porque mi gracia lo abandona y va en busca de las almas humildes" (D. 1602),

Fiel a las palabras de Jesús, la Santa María Faustina repite a las almas lo que ella aprendió de Jesús y las experiencias que ella ha tenido:

He aquí tres palabras para un alma que desea sacar provecho de su propia Confesión:

1. Sinceridad. Ni el confesor más santo y sabio puede introducir violentamente dentro de un alma lo que ella más necesita, el alma debe estar espontáneamente abierta y, por lo tanto, ser sincera. El alma falta de sinceridad, o que es reticente, se expone a grandes peligros en la vida espiritual y el mismo Jesús no se da en alto grado a esta clase de almas...

2. Humildad. La soberbia mantiene a las almas en la oscuridad, se niega a penetrar con precisión hasta el fondo de la propia miseria, se esconde detrás de una máscara y huye de lo que podría sanarla.

3. Obediencia. El alma desobediente al confesor no logrará victoria, aun cuando la confesara Jesús mismo. El confesor más rico en experiencia no será de provecho para un alma así. Ella se expone a una infelicidad y fracasará en la vida espiritual (D. 113)

Hoy el Señor me ha instruido nuevamente en el modo de acercarme al Sacramento de la Penitencia:"Hija mía, como te preparas en mi presencie, así te confiesas ante Mí, me cubro simplemente detrás del sacerdote. No analices nunca quien es ese sacerdote detrás del cual me escondo y revélate en la confesión como lo haces ante Mí yo colmaré tu alma de mi Luz".

Cristo y Señor mío, me conduces sobre tales precipicios que, cuando los observo, soy presa de miedo; pero al mismo tiempo me lleno de paz estrechándome a tu Corazón. Junto a tu Corazón no tengo miedo de nada. En los momentos de peligro me comporto como el niño llevado en brazos de la madre, cuando ve alguna cosa que lo amenaza, estrecha con más fuerza el cuello materno y se siente seguro.

A veces veo las acechanzas que me son tendidas por almas que no deberían hacer estas cosas. No me defiendo, sino confío más en Dios, que ve mi interior y me doy cuenta que esas almas se enredan ellas mismas en sus acechanzas, ¡Oh Dios, cuán justo y bueno eres!

Visitantes a esta página   Efficient stats