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ORACIONES DE LA SANTA
MARÍA FAUSTINA KOWALSKA

holy spirit

Necesidad de La Oración

A través de la oración el alma se arma para enfrentar cualquier batalla. En cualquier condición en qué se encuentre un alma debe orar. Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza; tiene que implorar el alma que tiende a la pureza porque de lo contrario no la alcanzaría; tiene que suplicar el alma recién convertida, porque de lo contrario caería nuevamente; tiene que orar el alma pecadora, sumergida en los pecados, para poder levantarse. Y no hay alma que no tenga el deber de orar, porque toda gracia fluye por medio de la oración ( D.87)

Dificultades en la Oración

Recuerdo que recibí luz en la mayor abundancia durante la adoración de media hora que hacia todos los días durante la cuaresma, postrándome en cruz delante del Santísimo Sacramento. En aquel tiempo me conocí más profundamente a mí misma y a Dios. Para hacer aquella oración encontré muchos obstáculos, a pesar de tener el permiso de las superioras. El alma debe saber que para orar y perseverar en la oración, tiene que armarse de paciencia y con esfuerzo superar las dificultades exteriores e interiores. Las dificultades interiores: el desaliento, la aridez, la pereza, las tentaciones; las exteriores: el respeto humano y la necesidad de respetar los momentos destinados a la oración.

Yo misma experimenté que si no rezaba la oración en el momento establecido, después tampoco la rezaba, porque no me lo permitían los deberes y si la recé, fue con gran dificultad, porque el pensamiento huía hacia los deberes.

Me sucedió también otra dificultad, que si el alma había rezado bien la oración y había salido de ella con un profundo recogimiento interior, otras personas perturbaban ese recogimiento. Así, pues,. es necesaria la paciencia para perseverar en la oración. Me sucedió más de una vez que cuando mi alma estaba sumergida en Dios más profundamente y sacaba mayor provecho de la oración y la presencia de Dios la acompañaba durante el día, y en el trabajo había más concentración y más perfección, y más empeño en el deber obstante me sucedía que justamente entonces recibía el mayor número de reproches de ser negligente, indiferente a todo, porque las almas menos recogidas quieren que las demás se les parezcan, ya que constituyen para ellas un remordimiento continuo. (D.111).

Instrucciones del Divino Maestro sobre la Vida Espiritual

Hoy durante la Hora Santa he pedido a Jesús que se digne de instruirme sobre la vida interior, Jesús me ha respondido:

Hija mía, escucha fielmente las palabras que te digo: "No valores demasiado ninguna cosa exterior, aunque te parezca muy preciosa. Olvídate de ti misma y permanece continuamente conmigo. Confía todo a Mí y no hagas nada de tu iniciativa y tendrás siempre una gran libertad de espíritu; ninguna circunstancia, ningún acontecimiento la logrará turbar. No pienses mucho en lo que dice la gente, deja que cada uno te juzgue según le guste. No te justifiques, ello no te perjudicará. Entrégalo todo desde la primera alusión de pedido aún si se tratara de las cosas más necesarias; no pidas nada sin haberte aconsejado conmigo. Deja que te quiten incluso lo que te pertenece, la estima, el buen nombre; tu espíritu debe ser superior por encima de todo eso, Y así, libre de todo, descansa junto a mi Corazón, no permitas que nada turbe tu paz; mi discípula, medita las palabras que te he dicho" (D.61)

Cómo Recoger las Gracias del Señor

Hoy he visto a Jesús crucificado. De la herida de su Corazón caían perlas preciosas y brillantes. He visto que una multitud de almas recogían aquellos dones; pero allá había un alma que era la más cercana a su Corazón, la cual con gran generosidad recogía no sólo para sí, sino también para los otros, conociendo la grandeza del don. El Salvador me dijo:

"Estos son los tesoros de las gracias que descienden sobre las almas, pero no todas las almas saben aprovechar de mi generosidad".

Hoy el Señor me ha dicho:

"Hija mía, observa mi Corazón Misericordioso y reproduce en tu corazón y en tus acciones su piedad, de modo que tú misma, que proclamas al mundo mi Misericordia, seas inflamada". (D. 62).

HE SIDO TU DIVINO MAESTRO

(Diálogo)

Esta noche el Señor me ha preguntado:

¿No tienes algún deseo en el corazón? He contestado: "Tengo un único y grandioso y es el de unirme a Ti por la eternidad". Y el Señor me ha contestado: "Dentro de poco sucederá, mi amadísima niña, cada una de tus emociones se reflejan en mi Corazón. Mi mirada se posa con benevolencia sobre ti antes que sobre otras criaturas".

Hoy he rogado al Señor que se digne instruirme sobre la vida interior, ya que sola no estoy en grado ni de comprender ni de pensar en nada perfecto. Y el Señor me ha respondido:

"He sido tu Maestro, lo soy y lo seré. Haz de modo que tu corazón se asemeje a mi Corazón Humilde y Benigno. No reclames jamás tus derechos, soporta con serenidad y paciencia todo lo que te suceda. No te defiendas cuando toda vergüenza recaiga sobre ti injustamente, deja que triunfen los otros. No dejes de ser buena cuando te des cuenta que abusan de tu bondad. Cuando sea necesario te defenderé Yo mismo. Sé agradecida por la más pequeña gracia que recibas de Mí, ya que esta gratitud me obliga a concederte nuevas gracias". (D. 72)

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

PROGRAMA DE VIDA DE UN DEVOTO DE LA DIVINA MISERICORDIA

En la historia de la Santa María Faustina Kowalska existen momentos de fidelidad heroica a esta no fácil exigencia del Señor. Ella fue una perfecta discípula de Cristo misericordioso, hasta tal punto que pudo expresar sus propios sentimientos en una oración que es, al mismo tiempo, una respuesta a las exigencias de la Divina Misericordia.

Es una de las oraciones más hermosas que una criatura humana pueda dirigir al Señor. Primero hagámosla objeto de nuestra reflexión y después aceptémosla como programa de nuestra devoción. Porque "devoción" quiere decir dedicación a Dios y al prójimo. La Santa María Faustina Kowalska pone su oración también en nuestra boca:

Oh Trinidad Santísima, deseo ardientemente que todo mi aliento, cada latido de mi corazón y cada estremecimiento de mi ser, alaben tu Misericordia.

Quisiera convertirme en misericordia para llegar a ser un reflejo viviente tuyo, oh Señor mío, y para que tu Misericordia, que es infinita y es el más sublime de todos los atributos divinos, se derrame de mi corazón y de mi espíritu sobre el prójimo.

Señor, ayúdame para que mis ojos estén llenos de misericordia, de tal modo que jamás sospeche ni juzgue a nadie por las apariencias externas, sino que descubra la belleza interna de los demás y pueda favorecerla.

Haz que mi oído esté lleno de Misericordia para que se incline sobre las necesidades de mis hermanos y no me permita permanecer indiferente ante sus dolores y sus llantos.

Ayúdame, oh Dios mío, para que de mis labios fluya la misericordia y sin hacer jamás injusticia al prójimo cuando hablo de él, tenga para cada uno palabras de consuelo y de perdón.

Señor, haz que mis manos sean caritativas y estén siempre llenas de una buena acción y que jamás se cansen de hacer el bien a los otros, mientras por mi parte acepte para mí las tareas más difíciles y penosas.

Haz que sean misericordiosos también mis pies y que lleven sin descanso la ayuda a mis hermanos, venciendo la fatiga y el cansancio; que mi reposo esté en servir a todos.

Te pido finalmente, Dios mío, que llenes de misericordia este corazón y lo hagas sensible a los sufrimientos de los demás, que nadie experimente un rechazo de mi corazón y que yo jamás huya de aquéllos que abusan de mi condescendencia. En cuanto a mí, me encierro en tu misericordiosísimo Corazón, callando ante los demás mis sufrimientos.

¡Oh Jesús, que eres todopoderoso, transforma mi alma en Ti! (D. 163)

Cuando nuestra devoción exige una fiel imitación como en el caso de la Misericordia "para que la hagamos conocer a los demás y los movamos a confiar en Ella", esta oración de Misericordia llega a ser el espejo en el que debemos reconocernos a nosotros mismos, haciendo de ella nuestra invocación de la mañana y de la noche, y el argumento de nuestro examen de conciencia.

De los primeros cristianos se decía con admiración entre los paganos: "Miren cómo se aman"(Tertuliano). He aquí los "devotos" de la Divina Misericordia: "En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis como yo os he amado".

ANTE LA DIVINA MISERICORDIA

Bajo la protección de tu Misericordia me refugio, oh Dios piadoso, que eres el solo bueno (Mt 19, 17). A pesar de mi profunda miseria y mis innumerables culpas tengo plena confianza en tu Misericordia, porque eres el Padre de la Misericordia y Dios de todo consuelo (2 Cr 1. 3). De quien jamás se oyó decir, ni ha quedado memoria en el Cielo o en la tierra, que haya abandonado a un alma que confía en su Misericordia.

Dios de todo perdón, Tú solo puedes justificarme. Tú no rechazarás a esta pobre criatura cada vez que arrepentida se dirija a la misericordia de tu Corazón que jamás rechazó a nadie por más grandes que fuesen sus pecados. Tú mismo, mi dulce Salvador prometiste que el Cielo y la tierra volverían a la nada antes que un alma confiada en TÍ no experimentase Tu Misericordia. Amén. (D. 1730).

¡Oh, Jesús! Amigo de mi corazón, Tú eres mi refugio y el único reposo para mí; eres mi salvación en las tempestades de la vida, mi serenidad en las tormentas del mundo. Tú eres para mí la paz en las tentaciones, el sostén en las horas desesperadas y la victoria en el combate que sostengo para llevar a las almas a tu Reino. El vivo rayo que ilumina el camino de mi existencia, el calor que derrite el hielo de mi indiferencia, eso eres Tú, Señor. Tú solo puedes comprender un alma aunque permanezca muda y sufra sin poder proferir palabra. En verdad Tú conoces nuestras culpas y nuestras debilidades tan bien que incesantemente, como excelente médico y buen pastor, nos perdonas, nos levantas y haces que aprendamos a amarte siempre más. Amén (D. 250)

A los pies de Jesús en la Eucaristía

Jesús, prisionero de amor, Tú escondes tu incomprensible majestad y te bajas a una criatura que es toda miseria. Oh Rey de Gloria! Aun cuando ocultas tu grandeza a mis ojos, en lo profundo de mi alma que medita se descorre el velo de este misterio y veo interminables coros de sublimes Ángeles que te presentan sin cesar sus homenajes y cantan a tu gloría: ¡Santo, Santo, Santo!

¿Quién podrá comprender. Señor, la Misericordia sin límites con que muestras a los hombres tu Amor? Oh Esclavo de amor, yo encierro mi corazón contigo en el Sagrario para que pueda adorarte día y noche! Nada ni nadie puede impedírmelo y si físicamente estuviera lejos de TI, mi corazón permanece aquí contigo ya que no existen barreras ni obstáculos para el amor.

¡Oh indivisible y Santa Trinidad, único Dios! Anhelo verte ensalzada y alabada eternamente por ese don que es incomprensible para nosotros y es el amor sacramental, como también por haber puesto disposición de los hombres tu inagotable Misericordia como parte de la herencia a ellos asignada. Amén(D. 81).

Te adoro, Creador y Señor escondido en el Santísimo Sacramento. Te adoro por todas las obras de tus manos que me revelan tanta sabiduría, bondad y misericordia. Señor, has esparcido tanta Hermosura sobre la tierra y ella misma me habla de tu belleza. Sin embargo, se trata tan sólo de pálidos reflejos de Ti, belleza incomparable.

A pesar de que le hayas escondido y hayas ocultado tu belleza, mis ojos iluminados por la fe te alcanzan y mi alma reconoce a su Creador, su sumo bien, mientras mi corazón se sumerge enteramente en la oración de la adoración.

Creador y Señor mío, tu bondad me dio la osadía de dirigirte mis palabras y es gracias a tu Misericordia que desaparece el abismo que separa al Creador de su criatura. Conversar contigo, Señor, es para mi corazón una delicia y en Ti encuentro todo cuanto me es posible desear. Ahí es donde tu luz ilumina mi inteligencia y la hace capaz de conocerte cada vez más profundamente, ahí es donde las gracias se derraman a raudales sobre mi corazón y donde alma llega a las fuentes de la vida eterna.

Oh Cristo! Mi mayor felicidad es saber que eres amado, saber que el honor de tu Nombre resuena por doquier y que en todas partes se canta la Gloria de tu Misericordia.

¡Oh Jesús! hasta el último instante de mi vida no cesaré de exaltar yo misma tu misericordia. Quiero que cada latido de mi corazón renueve a cada instante mi gratitud, que cada gota de mi sangre circule solamente por Tí. Anhelo que todo mi ser cante tu gloria. Y cuando llegue mi hora, quiero con el último latido, todavía una vez más en la tierra, elevar un himno de amor a tu Misericordia. Amén (D. 1692).

Acto de Entrega a la Voluntad del Padre

Oh Jesús Hostia, que he recibido en este momento en mi corazón, en unión contigo me ofrezco al Padre Celestial como víctima de sacrificio, abandonándome totalmente en el modo más absoluto a la miserícordiosisima y santa voluntad de mi Dios. Desde hoy, oh Señor, tu Voluntad es mi alimento. Tienes todo mi ser, dispón de mí ser, dispón de mí según tus divinos entendimientos. Cualquier cosa que tu mano paternal me diera, la aceptaré con sumisión, con serenidad y con gozo. No temo nada, en qué modo querrás guiarme, y, con la ayuda de tu gracia, cumplirá todo aquello que exigirás de mí. Yo ahora no temo más ninguna de tus inspiraciones, ni las analizo con preocupación para saber adónde me conducen. Guíame, oh Dios por los caminos que Tú quieres, tengo, confianza en tu voluntad, que es para mí el Amor y la Misericordia misma. ¿Me darás la muerte en el momento en el cual, humanamente hablando, mi vida parecerá más necesaria? Seas bendito. ¿Me llevaras en la juventud? Seas bendito, ¿Me harás alcanzar la edad avanzada? Seas bendito. ¿Me darás salud y fuerzas? Seas bendito. ¿Me clavarás en un lecho de dolor quizás por toda la vida? Seas bendito, ¿Me darás solamente desilusiones y fracasos durante vida? Seas bendito, ¿Permitirás que mis más puras intenciones sean condenadas? Seas bendito, Me dejarás en las tinieblas y en toda clase de angustia? Seas bendito, Desde este momento vivo en la más profunda serenidad porque el Señor mismo me lleva en sus brazos. Él, el Señor de la inescrutable misericordia, sabe que deseo solamente a EL en todo, siempre y dondequiera (D.378).

Ofrecimiento a Jesús Crucificado

Oración: Oh Jesús tendido en la Cruz, te ruego concédeme siempre y dondequiera que me encuentre, la gracia de cumplir fielmente en todo la Santísima Voluntad de tu Padre. Cuando esta voluntad parezca penosa y difícil de cumplir te ruego Jesús, que hagas que de tus Llagas fluya sobre mí la fuerza y el poder y mis labios repitan: "Hágase tu Voluntad oh Señor". Oh Redentor del mundo, amante de salvación humana, Tú que entre los terribles dolores de tu martirio te has olvidado de TI mismo y has pensado en la salvación de las almas, Oh Piadosísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí misma, de modo que viva totalmente por las almas, ayudándote en la obra de salvación, según la Santísima Voluntad de tu Padre. (D 24)

Oración en el Sufrimiento

Un pensamiento de la Santa María Faustina:

Si el alma que sufre supiera cuanto la ama Dios, moriría de gozo por exceso de felicidad.

En la vida futura conoceremos el valor del sufrimiento, pero ya estaremos en la imposibilidad de sufrir; nuestro es solamente el momento presente (D. 963).

Jesús, no me dejes nunca sola cuando sufro. Tú conoces mi absoluta nada, conoces el abismo de mi miseria. Mi debilidad es tan grande que en verdad no es de extrañarse si caigo si Tú me dejas sola. Soy frágil, oh Señor mío, y no sé por mi sola comportarme bien. En Tí confío y a Ti me abandono. A pesar de todo lo que experimento en mi, conservo la más absoluta confianza respecto a Ti y en ella concentro, en la forma más absoluta, todos mis sentimientos. Haz de mí lo que te plazca, pero al mismo tiempo concédeme la gracia de amarte siempre, en cualquier circunstancia. Si no quieres disminuir la amargura de mí cáliz, dame únicamente el valor para beberlo hasta el fondo en tu amor. Amén (D. 1489).

Oración de Amor a la Herida de la Misericordia

Oh Jesús mío, consolida las fuerzas de mi alma, de manera que el enemigo no tome ventaja en nada. Sin TI soy la debilidad personificada; sin tu gracia ¿qué soy sino un abismo de miseria? La miseria es mi propiedad personal. Oh Herida de la Misericordia Corazón de Jesús escóndeme en tu profundidad como una minúscula gota de tu propia sangre y no me dejes salir de ahí por la eternidad. Enciérrame en tus profundidades y enséñame Tú mismo a amarte. Oh Amor Eterno, plasma Tú mi alma de manera que sea capaz de corresponder a tu amor. Oh Amor Vivo, hazme capaz de amarte eternamente, ya que quiero corresponder a Tu Amor por toda la eternidad. Oh Cristo, una mirada tuya me es más preciosa que millares de mundos, más que el cielo entero. Tú Señor, puedes hacer mi alma tal, que sepa comprenderte como eres en toda tu plenitud. Sé y creo que Tú puedes todo. Si te has dignado darte a mí con tanta generosidad, sé que puedes ser todavía más generoso: introdúceme en una relación de familiaridad contigo, hasta el punto máximo al cual pueda llegar la naturaleza. (23D)

Alma Humilde

Grandeza y necesidad de Humildad

¡Oh humildad, flor hermosa, veo que pocas almas te poseen! ¿Es quizás porque eres tan bella y al mismo tiempo tan difícil de conquistar? Oh, sí; es lo uno y lo otro. Dios mismo encuentra en ella su predilección. Sobre un alma humilde se abren las cataratas del Cielo y desciende sobre ella un mar de gracias. ¡Oh cuan bella es un alma humilde! De su corazón se eleva como de un incensario toda clase de perfumes particularmente agradables que atraviesan las nubes y llegan a Dios mismo y colman de alegría su Santísimo Corazón. A un alma tal, Dios no niega nada; tal alma es omnipotente, ella influye sobre el destino del mundo entero. A semejante alma. Dios la eleva hasta su trono y cuanto más ella se humilla, tanto más Dios se inclina hacia ella, la persigue con sus gracias y la acompaña en cada momento con su omnipotencia. Un alma así está unida a Dios del modo más profundo. ¡Oh humildad, pon raíces profundas en todo mi ser! Oh Virgen Purísima, pero también humildísima, ayúdame a conquistar una profunda humildad.

Ahora comprendo por qué hay tan pocos santos, porque son pocas las almas profundamente humildes.

"Oh Amor Eterno, abismo de misericordia, Oh Trina Santidad, pero Única Divinidad, que tienes para todos un seno amoroso, y como buen Padre no desprecias a nadie".

"Oh Amor de Dios, manantial vivo, derrámate sobre nosotros, tus indignas criaturas, que nuestra miseria no detenga los torrentes de Tu Amor, ya que tu Misericordia no tiene límites". (D. 50)

Oración de Confianza

¡Oh Jesús, fuente de vida, santifícame! ¡Mi fuerza fortaléceme! ¡Oh mi Jefe Supremo, combate por mi! ¡Única luz de mi alma, ilumíname! ¡Maestro mío, guíame! Me confío a Ti, como un lactante al amor de su propia madre. Aún si todo se conjurase en contra mío y aunque viniera a faltarme la tierra bajo los pies permaneceré tranquila junto a tu Corazón. Tú eres para mí la más tierna de las madres y superas a todas las madres. Te contaré mi dolor con el silencio y Tú me comprenderás más que con otra forma de expresarme...

Hoy me ha visitado el Señor y me ha dicho: "Hija mía, no tengas miedo de lo que te pueda suceder no te daré pruebas por encima de tus fuerzas. Conoces el poder de mi gracia, esto te basta". Después de estas palabras, el Señor me ha hecho comprender del modo más profundo la acción de su gracia. (D100)

Oración por la Santa Iglesia y por los Sacerdotes

¡Oh Jesús mío! Te ruego por la Iglesia entera; concédele el amor y la luz de tu espíritu, haz eficaz las palabras de los sacerdotes para que venzan aún los corazones más endurecidos y los hagan volver a TI, Oh Señor.

Señor, danos sacerdotes santos y Tú mismo consérvalos en la santidad. Haz que la fuerza de tu Misericordia los acompañe por todas partes y los guarde contra las insidias que el demonio no deja de tentar al alma de cada sacerdote. Que el poder de tu Misericordia, oh Señor, destruya todo aquello que podría empañar la santidad del sacerdote. Porque Tú eres todopoderoso te pido, Jesús, que bendigas con una luz especial a los sacerdotes con quienes me confiese durante mi vida. Amén (D. 240).

Para obtener la Sabiduría Divina

Jesús, dame una inteligencia grande para que pueda conocerte mejor, ya que cuanto más te conozca, tanto más ardientemente te amaré. Jesús, te pido una inteligencia fuerte que me permita comprender las cosas de Dios, aun las más sublimes. Jesús, dame una inteligencia aguda con la cual podré comprender mejor tu esencia divina y tu vida divina en la Trinidad, Amén (D. 1474)

Oración por los Pecadores

Jesús a la Santa María Faustina:

Siempre me consuelas cuando oras por los pecadores. La oración por su conversión es para Mí la más agradable. Yo la escucho siempre (D.1397).

Jesús, verdad eterna y vida nuestra, como un mendigo imploro tu misericordia para los pecadores. Corazón dulcísimo de mi Señor, lleno de compasión y de misericordia, te suplico por ellos. Oh Corazón, manantial de misericordia, del cual brota sobre toda la humanidad rayos de incomparables gracias, te pido luz para aquéllos que están en pecado. Jesús, recuerda la amarga pasión y no permitas que se pierdan almas rescatadas a tan alto precio con tu Sangre.

¡Oh Jesús! Cuando medito sobre el gran valor de tu Sangre, me alegro de esta grandeza porque bastaría una gota para salvar a todos los pecadores. Si bien el pecado es un abismo de ingratitud y de maldad, el precio que fue pagado por él no se le puede comparar. Por eso, que todas las almas confíen en la pasión del Señor, que esperen en su Misericordia. Dios no la negará a nadie. El cielo y la tierra pasaran pero la misericordia de Dios no se agotará nunca. Un inmenso gozo se enciende en mi corazón cuando admiro tu incomprensible bondad.

¡Oh Jesús mío! Deseo conducir a todos los pecadores a tus pies, a fin de que glorifiquen tu Misericordia que es infinita, por los siglos de los siglos, Amén. (72 D)

Pidiendo por los Moribundos

La Santa María Faustina ante todo procuraba salvar a los pecadores, ayudar los moribundos y dar alivio a las almas del purgatorio.

En cuanto a los moribundos, estos infortunados se encuentran en peligro de ser condenados eternamente; el salvarlos es la mayor obra de misericordia...

La Santa María Faustina escribe:

"Muchas veces yo acompaño a los moribundos y rezando obtengo para ellos la gracia de la confianza en la Misericordia de Dios. Muchas veces la Misericordia de Dios conmueve al pecador en el último momento, de una manera extraña y misteriosa... y lo hace volver a Dios y obtener la remisión de sus pecados... ¡Oh cuán inexplorables son los caminos de la Misericordia de Dios!".

"Muchas veces estoy en contacto con las almas de los moribundos", escribe la Santa María Faustina.

"Mi Ángel de la Guarda me mueve a hacer esto. Sucede, muchas veces, que los moribundos están a millas de distancia. Entonces Dios efectúa un acercamiento conmigo y el moribundo espiritualmente se acerca a mí por una iluminación súbita en el momento de la muerte inminente de su alma. Yo continúo rezando hasta que siento alivio y la paz vuelve a mi alma, lo que indica que el moribundo o moribunda hizo la paz con Dios. Más de una vez que tuve la ocasión de confirmar el hecho de que la agonía final del moribundo había empezado, fui llamada a rezar de esta manera".

También declara que cuando ella era forzada a rezar por un período de tiempo más largo, el alma tenía una lucha más larga y amarga y sufría una muerte difícil. Estaba convencida que la Coronilla de la Misericordia de Dios era una ayuda especial para los moribundos. "Reza la coronilla que te he enseñado", eran las palabras que oía dentro de su corazón y entonces sentía cómo el poder de la Misericordia de Dios abrazaba a los moribundos.

En su fervoroso deseo de salvarlos del fuego del infierno, el corazón misericordioso de la Santa María Faustina se hizo osado en sus peticiones. Recuerda que el viernes 8 de diciembre de 1937, sintió de una manera extraordinaria la proximidad de Dios durante la Santa Misa. Después de la Santa Comunión ella levantó los ojos hacia el Salvador y con gran confianza comenzó a suplicarle: "¡Oh Jesús! Por tu Misericordia infinita, yo te suplico, libra del fuego del infierno a todas las almas que han de morir hoy, aunque sean los más grandes pecadores. Hoy es viernes, día de tu amarga agonía en la cruz. Y como tu Misericordia es infinita los Ángeles no se asombraran…", Y el Señor la estrecho contra su Sagrado Corazón diciéndole: "Mi hija amada, tú entiendes bien el abismo de mi misericordia..sabes que has rogado por una inmensa gracia, mas Yo haré lo que tú me pides,.."-

Oración por una Buena Muerte

¡Oh Jesús Misericordioso, extendido en la cruz acuérdate de mí en la hora de mi muerte! ¡Oh Misericordiosísimo Corazón de Jesús, abierto por la lanza protégeme en el momento extremo de la muerte! ¡Oh Sangre y Agua que brotó del Corazón de Jesús, como manantial de misericordia para mí, aplaca la ira de Dios en la hora de mi muerte! Amén (D.813).

¡Oh Jesús mío, que los últimos días de mi exilio en la tierra sean totalmente conformes a tu Santísima Voluntad! Uno mis sufrimientos, las amarguras y la misma agonía con tu Santa Pasión y a TI me ofrezco por el mundo entero, para impetrar la abundancia de la Divina Misericordia para las almas de los pecadores. Confío fuertemente y me entrego completamente a tu Santa Voluntad que es la misma Misericordia. Tu Misericordia será todo para mí en aquella hora extrema. Amén (D. 1574).

Oración de Agradecimiento

¡Oh Jesús! Dios escondido y misterioso, te agradezco por los innumerables dones y por los beneficios que me has dado. Que cada latido de mí corazón renueve el himno de adoración a tu Misericordia. Oh mi Dios, yo te amo por Ti mismo. Amén(D. 1794).

Anhelos Fervorosos

¡Oh Jesús, mi Maestro! Uno mis deseos a los deseos que tuviste Tú en la cruz. Deseo cumplir Tu Santa Voluntad; deseo la conversión de las almas; deseo que tu Misericordia sea adorada; deseo el triunfo de la Iglesia. Deseo que la Fiesta de tu Misericordia sea celebrada en todo el mundo; deseo la santidad de los sacerdotes; deseo que en todas las casas religiosas reine un espíritu de grande celo de la gloria de Dios y por la salvación de las almas; deseo que las almas no ofendan a Dios sino que perseveren en el bien; deseo que la bendición de Dios descienda sobre todos. En este momento abrazo al mundo entero y te pido que le otorgues tu Misericordia. Amén (D. 1581).

Dulcísimo Jesús, inflama mi amor por Ti y transfórmame a TI Divinízame para que te sean aceptables mi obras. Que realice todo esto el poder de la Santa Comunión que recibo cada día. Tú sabes cuán grande es mi anhelo de transformarme completamente en Ti, oh Señor. Amén (D. 1289).

Oh Santísima Trinidad, en la que está encerrada la vida interior de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Oh gozo eterno, inconcebible abismo de amor que te derramas sobre todas las criaturas y las haces felices. Honor y gloria a tu nombre por los siglos de los siglos Amén. (D. 525)

Cuando conozco Tu grandeza y Tu belleza OH Dios mío, me alegro indeciblemente por ser tan grande el Señor a quien sirvo. Con amor y alegría cumplo su Santa Voluntad y cuanto más lo conozco, tanto más ardientemente deseo amarlo. Me quema el deseo de amarlo cada vez más. (D. 24)

 

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